El día mundial del árbol, 28 de junio, fue instaurado por el congreso forestal mundial celebrado en roma en 1969.
Los árboles resultan absolutamente esenciales para la vida de nuestro planeta: purifican el ambiente al oxigenar el aire, proporcionan sombra, mejoran sectores erosionados, humedecen el ambiente, reducen el ruido, son capaces de temperar el lugar donde se encuentran, ya que provocan sensación de frescura y humedad, incluso deteniendo las heladas con su follaje; producen alimentos y múltiples recursos, además de ser el hogar de diferentes animales. Los árboles están junto al ser humano desde el principio de nuestra historia, por lo que sus beneficios son conocidos y aprovechados desde hace miles de años, y aún así, olvidados también.
Desde tiempos inmemoriales el hombre ha estado ligado a la naturaleza y esta relación le daba significado a su vida.
Dentro de este concepto, el árbol tenía un sentido sagrado para ellos: representaba una vida inagotable, los bosques eran inmortales al perpetuarse a través de los siglos, al ser fuente inagotable de recursos para la humanidad. Para muchas culturas, el árbol sagrado es el eje de su existencia, un puente de trascendencia entre el mundo terrenal y espiritual.
Hoy por hoy, el hombre ha perdido su capacidad de encantarse, tratando de resolver todo por medio de la razón, en su egocentrismo ha pretendido ser medida de todas las cosas cuando sólo es parte de un ecosistema mayor, ha olvidado mirar su alrededor y sorprenderse por las pequeñas y grandes maravillas de natura.
Se hace necesario re-educar a las nuevas generaciones con principios integrales que valoren la importancia de los bosques más allá de las variables económicas. Educar para un cambio de actitud, hacia una cultura donde el hombre forme parte de un ecosistema que involucra a toda la naturaleza, y donde el equilibrio y bienestar de todos sus componentes es lo que nos puede llevar a mejorar la calidad de vida, y a frenar la destrucción del planeta y de nosotros mismos.
Debemos reflexionar sobre cómo cada uno de nosotros puede ayudar a este cambio, cada uno en la medida de sus posibilidades y en el entorno donde se desenvuelve tiene el deber y la obligación de garantizar el legado que hemos recibido al nacer, multiplicarlo y prestarlo a las generaciones por venir.
El árbol como ecosistema:
Un solo árbol es un complejo ecosistema que mantiene a numerosas especies de invertebrados (insectos,arácnidos, miriópodos), así como vertebrados (aves, reptiles y mamíferos), que encuentran en él su alimento, por medio de las hojas, yemas, brotes o frutos, y refugio.
Valor económico:
La madera se utiliza como tablas para la construcción; su pulpa permite la confección de una gran diversidad de papeles; además proporciona el corcho, las resinas y el látex -líquido segregado por algunos árboles, como el del caucho-, las gomas, los barnices, el tanino y la cola.
Regulación hídrica:
El árbol amortigua la lluvia, la copa de un árbol es flexible y está diseñada para atrapar la lluvia, causando que ésta se deslice a través de las hojas, ramas y el tronco hasta llegar al suelo. Al amortiguarse el impacto de la lluvia en el árbol se abate la erosión y se protege al suelo superficial.
Regulación térmica:
El árbol da sombra, la copa de un árbol está diseñada para captar la luz solar y al extenderse sombrea el piso, causando bienestar en un día soleado y protegiendo la fauna, la flora inferior y al hombre y sus bienes, del efecto dañino del impacto directo de los rayos solares.
Regulación del clima:
A nivel global los bosques reducen el calentamiento de la atmósfera y regulan el clima de la tierra. En las ciudades, la pérdida de árboles eleva las temperaturas y la evaporación del suelo . La falta de árboles suficientes en la ciudad permite que las islas de calor sean más severas. Las temperaturas en las calles del centro de la ciudad en primavera y verano pueden ser hasta de 3ºc más en promedio que en las de los parques y alamedas de la ciudad.
Reducción de la velocidad del viento:
Es cierto que no detienen un huracán, pero su presencia resta velocidad a las tormentas, disipando su fuerza y el ambiente.
Reducen la contaminación del aire: Su copa está diseñada para que el aire pase a través de las hojas, filtrando los polvos, cenizas, humos, esporas, polen y demás impurezas que arrastra el viento. Las hojas pubescentes y la corteza rugosa en el tallo atrapa tales impurezas.
Genera biodiversidad:
Los bosques forman las comunidades más diversas de la tierra, porque éstas proliferan bajo su protección. Muchas especies arbóreas han coevolucionado con insectos y aves polinizadoras, dispersores de frutos y semillas y otros microorganismos del suelo, como la micorriza, con quien vive en simbiosis permanente. Los bosques ofrecen nichos diversos a la fauna mayor y menor, lo cual favorece la creación de nuevas especies animales y vegetales,
aumentando la biodiversidad del planeta.