Cuando un pingüino macho se enamora de un pingüino hembra, busca la piedra perfecta en toda la playa para regalársela. Cuando finalmente la encuentra, él se inclina y coloca la piedra justo frente a ella. Si ella toma la piedra, significa que acepta la propuesta.
A pesar de siempre andar en grupo, los pingüinos eligen una pareja para toda la vida, por eso se cree que estos animales son símbolo de romanticismo porque son monógamos, y tienen un ritual especial para enamorar a su pareja.
Una vez al año se reúnen en el mismo lugar, lo que se llama la parada nupcial. Cada uno memoriza tan bien el canto del otro que, tras meses de separación consiguen localizarse. El cortejo es todo un ritual.
Cuando un macho corteja a una hembra infla su pecho e inclina la cabeza hacia atrás y ambos empiezan a emitir fuertes sonidos parecidos a un rebuzno agudo. Se pueden gritar mutuamente por horas. Muchos llaman a estos cantos “la canción del corazón”, ya que cuando una pareja de pingüinos se une es para toda la vida. Son una de las especies más fieles.
Además, sus gritos son necesarios a la hora de reproducirse, ya que cuando la hembra pone el huevo se lo da al macho para que lo incube mientras ella se va a alimentarse por unos sesenta días. Al regresar a la gran colonia empiezan a cantar tanto los machos como las hembras y así pueden reconocer al macho con el que dejaron su huevo.
Cuando la hembra no regresa o no encontró alimento, es muy probable que la cría muera. Durante su misión, el macho no se alimenta y sufre con firmeza los embates del violento clima que impone en invierno. Asimismo, debe velar porque el huevo no toque el suelo frío pues el embrión podría morir al instante. También debe vigilar a las aves que intentarán robarle el huevo para ingerirlo.
Tras el regreso de la hembra, corresponde a ella brindarle calor a la cría, mientras el macho parte al mar para alimentarse. Entonces, como puedes ver es un trabajo coordinado de pareja para mantener con vida a la cría.